Notas para un 2023: es la realidad la que anhela nuestros ojos

Por Daniel Mecca

En el capítulo XVIII de la primera parte de Don Quijote se da una de las escenas más irradiantes del libro: el Quijote y su escudero Sancho –ya molidos ambos a palos desde capítulos anteriores por tanta ficción valiente de Alonso Quijano– venían teniendo sus típicos diálogos cuando el Quijote vio que venía hacia ellos una grande y espesa polvareda. 

El Quijote se frenó y le dijo a su escudero que “ese” era el día en que realmente se iba a mostrar el valor de su brazo y que lo pasaría daría letra a los libros en los venideros siglos. En esa hora se escribiría en los libros, dijo, su fama de caballero andante. 

Luego sucede lo que tiene que suceder: el manchego le describe a Sancho –para el Quijote no es invento, no es literatura– que detrás de esa polvareda hay dos ejércitos que están a punto embestirse, y da detalles de los ejércitos y nombres y batallas y sucesos y amores y desatinos y desafíos y armas y colores y sonidos de clarines y relinchar de caballos. Es precioso. Inútil fue el razonamiento de su escudero de que esa polvareda, en efecto, era un rebaño de ovejas y carneros que iba pasando por ahí levantando polvo. Tampoco tiene ninguna importancia. 

¿Por qué esa escena? Porque me gustaría brindar, para este 2023, por un deseo de más imaginación y mayor lectura y más historias. La “locura” del Quijote es solo tal para quienes ven en sus lecturas un signo de peligro. La imaginación del Quijote es perfectamente real. Los personajes lo pueblan. Las historias le dicen al oído. Como dice Lucan y Sumo: yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos. 

Si lo sabremos con Messi y la Scaloneta: la ilusión y la imaginación es un oficio. Pero no lo ilusión como fuente de magia, sino de práctica y persistencia de realidad futura. La ilusión como transformación. En este sistema –en este país– derrumbado económicamente todos los días, con muchas tristezas y rollos silenciosos dando vueltas, que la empatía (mucha mucha gente la está pasando mal), que la lucha y la transformación colectiva también sean un oficio. Menos héroes. Más hacedores. 

Escribe Borges en “Final de año”: “La causa verdadera / es la sospecha general y borrosa / del enigma del tiempo; es el asombro ante el milagro / de que a despecho  de infinitos azares, / de que a despecho de que somos / las gotas del río de Heráclito, / perdure algo en nosotros: / inmóvil”. 

Nos ilusionamos pese a los infinitos azares, pese a que todos vamos a pasar, finalmente, y vamos a entrar en esa noche quieta. Eso es hermoso. Es un montón.

Leamos más. Imaginemos. Ilusionemos. Transformemos. Persistamos. 

Es la realidad la que anhela nuestros ojos.

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